Pensamientos del té



En la bien surtida librería La Tolleta, en el Dorsoduro, compro, entre otras cosas, los Pensieri del té de Guido Ceronetti, en la Piccola Biblioteca de Adelphi. Todos los días, a las seis de la mañana y a las cinco de la tarde, Ceronetti toma una taza de té. Es el momento de la reflexión breve, la idea recogida al paso, la modesta epifanía. Apenas lo hojeo, despierta mi simpatía, como tantos otros libros hechos de fragmentos. Traduzco algunos, casi al azar:

“Al que no entiende la alusión, es inútil darle la explicación”.

“Nos esforzamos en conservar la salud para morir bien de radiaciones o de aire envenenado”.

“¿Quién sabe si los hombres que en vida recibieron de las mujeres, de muchas mujeres, muchas caricias y palabras de amor, no atraviesan el Valle de la Sombra sufriendo menos y con menos miedo?”

“La mayor parte de mis temores sobre los males físicos tienen que ver con los médicos y sus curas, no con la enfermedad”.

“El hombre bebe el té porque lo angustia el hombre.

 

El té bebe el hombre, la hierba más amarga”.

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